La revelación
Vine del fuego, de los gritos, de las peleas. Vine, de un maltrato que no conocí, hasta que aprendí a verlo. Vine, del dolor, de la frustración, de la pobreza. Vine de lágrimas, de rabia, de golpes, del golpear estas teclas, mientras, ríos caen, mientras… mientras, mi ansiedad me desmantela y me rompe; mientras, mis miedos me rompen a trozos los huesos; mientras, veo mis hijos crecer y no quiero, lo que yo tuve. ¿Cuánto daño es capaz uno de soportar sin ningún golpe?, ¿cuánto maltrato sobre una mente es capaz uno de aguantar hasta no derrumbarse?, ¿cuántos liberan su mente y se dejan llevar, para volverse lo que ellos quieren que seas? He luchado día a día por escapar y aún en la distancia, te logran atrapar. He trabajado, día a día, para poder lograr, esa independencia, y poner distancia… tanta, que abrazaste la soledad… el suicidio, si no tuvieras la música y estos textos. El otro, que venía, y te levantaba, el que está tan profundo y grita por esa sed de sangre, y te salvaba. Me ha arrastrado, me ha barrido a trocitos, me ha recompuesto y me ha enseñado ver lo mejor de la vida que he podido tener. Una familia.
Cuando la sangre, es tu sangre, cuando te hacen tanto daño sin tocarte, que tienes que llorar. Llorar por lo que tienes que hacer. Y lo que sabes que tienes que hacer.
No queda otra.